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sábado, 10 de mayo de 2025

ORGANIZACIÓN POLÍTICA

ORGANIZACIÓN POLÍTICA
logro: reconoce información explicita sobre los propósitos del texto

ACTIVIDAD
Realiza un mapa conceptual con la teoría organización política




LECTURA COMPLEMENTARIA

LA MANO IZQUIERDA Y LA MANO DERECHA DEL ESTADO 
Pierre Bourdieu

P.: Uno de los últimos números de la revista que dirige está dedicado al tema del sufrimiento.  Contiene varias conversaciones con personas a las que los medios no conceden la palabra: jóvenes de barrios marginales, pequeños agricultores, trabajadores sociales ... El director de un colegio conflictivo expresa, por ejemplo, su amargura personal: en lugar de ocuparse de la transmisión de conocimientos, se ha convertido, en contra de su deseo, el policía de una especie de comisaría. ¿Cree que esos testimonios individuales y anecdóticos permiten entender un malestar colectivo?

 P. B.: En la investigación que emprendimos sobre el sufrimiento social entrevistamos a muchas personas que, como ese director de colegio, viven las contradicciones del mundo social, percibidas en forma de dramas personales. Podría citar asimismo a cierto director de proyecto, encargado de coordinar sus actividades en una «zona difícil» del extrarradio de una pequeña ciudad del norte de Francia. Se ha enfrentado a contradicciones que rayan el límite más extremo de las que experimentan actualmente todos los denominados «trabajadores sociales>>: asistentes sociales, educadores, magistrados de base, así como, cada vez más, profesores y maestros. Constituyen lo que llamo la mano izquierda del Estado, el conjunto de agentes de los ministerios llamados dispendiosos, que son la huella, en el seno del Estado, de las luchas sociales del pasado. Se enfrentan al Estado de la mano derecha, a los enarcas" del Ministerio de Hacienda, los bancos públicos o privados y los gabinetes ministeriales. Muchos de los movimientos sociales a los que ayudamos (y ayudaremos) expresan la rebelión de la pequeña nobleza de Estado contra la gran nobleza de Estado.

P.: ¿Cómo explica esa exasperación, esas manifestaciones de desesperación y esas rebeliones?
 P. B.: Creo que la mano izquierda del Estado tiene la sensación de que la mano derecha ya no sabe o, peor aún, no quiere realmente saber lo que hace la mano izquierda. En cualquier caso, ya no quiere pagar su coste. Una de las principales razones de la desesperación de todas esas personas procede, en realidad, de que el Estado se ha retirado, o está a punto de hacerlo, de cierto número de sectores de la vida social que le correspondían y de los que se responsabilizaba: la vivienda social, la televisión y la radio públicas, la escuela pública, la sanidad pública, etcétera, comportamiento aún más sorprendente o escandaloso, por lo menos para algunos de ellos, dado que se trata de un Estado regido por un gobierno socialista del que cabría esperar, por lo menos, que garantizara el servicio público como servicio abierto y ofrecido a todos, sin distinciones ... Lo que se describe como una crisis de lo político, un antiparlamentarismo, es, en realidad, una desesperación respecto al Estado como responsable del interés público.

Que los socialistas no hayan sido tan socialistas como pretendían no desconcertaría a nadie: los tiempos son duros y el margen de maniobra escaso. Pero lo que puede sorprender es que hayan podido contribuir tanto al menoscabo de la cosa pública: en primer lugar con los hechos, mediante toda clase de medidas o políticas (me limitaré a citar los medios) tendentes a liquidar las conquistas del Estado del bienestar, pero también, y quizá sobre todo, en el discurso público, mediante el elogio de la empresa privada (como si el espíritu empresarial no tuviera otro terreno que la empresa) y el estímulo del interés privado. Todo eso resulta bastante sorprendente, sobre todo, para aquellos a quienes se manda a primera línea a fin de desempeñar las funciones llamadas «sociales>> y suplir las insuficiencias más intolerables de la lógica del mercado sin darles los medios para realizar realmente su misión. ¿Cómo no van a sentirse constantemente engañados o desautorizados?  

Hubiera debido comprenderse desde hace tiempo que su rebelión va mucho más allá de los problemas salariales, por más que el salario pagado sea un índice inequívoco del valor concedido al trabajo y a los trabajadores correspondientes. El desprecio hacia una función queda patente por la remuneración más o menos ridícula que le es otorgada.

P.: ¿Cree que el margen de maniobra de los dirigentes políticos es tan reducido como dicen?
P. B.: Sin duda, es mucho menos reducido de lo que se pretende hacemos creer. Y, en cualquier caso, sigue siendo un terreno donde los gobernantes tienen mucho campo de maniobra: el de lo simbólico. La ejemplaridad del comportamiento tendría que imponerse a todo el personal del Estado, sobre todo, cuando éste se enorgullece de una tradición de entrega a los intereses de los más necesitados. Ahora bien, ¿cómo no dudar cuando se ven no sólo los ejemplos de corrupción (a veces casi oficiales, como las primas que reciben ciertos altos funcionarios) o de traición al servicio público (la palabra es, sin duda, demasiado fuerte: en realidad, pensaba en esos altos funcionarios que abandonan la Administración por la empresa privada), sino todas las formas de desviación, para fines privados, de bienes, beneficios y servicios públicos: nepotismo, favoritismo (nuestros dirigentes tienen muchos «amigos personales» ... ),  clientelismo?

¡Y no me refiero a beneficios simbólicos! Es indudable que la televisión ha contribuido tanto como los sobornos a la degradación de la virtud cívica. Ha convocado y empujado a las candilejas de la escena política e intelectual a unos «¿Me viste?» preocupados, sobre todo, por hacerse ver y hacerse valer, en total contradicción con los valores de oscura entrega al interés colectivo que caracterizaban a los funcionarios o los. militantes. Es la misma preocupación egoísta de hacerse valer (muchas veces a costa de unos rivales) lo que explica que las declaraciones efectistas' se hayan convertido en una práctica tan común. Para muchos ministros parece que una medida sólo vale si puede ser anunciada y considerada realizada desde que ha sido notificada. En suma, la gran corrupción, cuyo descubrimiento escandaliza tanto porque revela el desfase entre las virtudes profesadas y las prácticas reales, sólo es la culminación de innumerables pequeñas «debilidades» cotidianas, de la búsqueda de la promoción personal, de la aceptación apresurada de los privilegios materiales o simbólicos.

P.: Frente a la situación que describe, ¿cuál es, en su opinión, la reacción del ciudadano
P. B.: Hace poco leí un artículo de un escritor alemán sobre el antiguo Egipto. Explica que, en una época de crisis de confianza en el Estado y el bien público, se veían florecer dos cosas: entre los dirigentes, la corrupción, correlativa con la decadencia del respeto hacia la cosa pública, y, entre los dominados, la religiosidad personal, asociada a la desesperación respecto a los remedios temporales. De la misma manera, actualmente se vive la sensación de que el ciudadano, al sentirse rechazado al exterior del Estado (que, en el fondo, sólo le pide las contribuciones materiales obligatorias y, sobre todo, no exige ninguna entrega, ningún entusiasmo), rechaza al Estado y lo trata como una potencia extranjera a la que utiliza en favor de sus intereses.

P.: Se ha referido antes a la amplia libertad de que gozan los gobernantes en el terreno simbólico. Éste no concierne únicamente a los comportamientos que ha puesto como ejemplo. Comprende también los discursos y los ideales movilizadores. ¿De dónde procede, en ese punto, la deficiencia actual?
P. B.: Se ha hablado mucho del silencio de los intelectuales. Lo que me sorprende es el silencio de los políticos. Carecen por completo de ideales movilizadores. Sin duda, porque la profesionalización de la política y las condiciones exigidas de quienes quieren hacer carrera en los partidos excluyen cada vez más las personalidades inspiradas. Sin duda, también porque la definición de la actividad política ha cambiado con la llegada de un personal que ha estudiado en las escuelas (de ciencias políticas) que, para dar impresión de seriedad o, simplemente, para evitar parecer gruñón o anticuado, es mejor hablar de gestión que de autogestión y lo más conveniente, en cualquier caso, es asumir las apariencias (es decir, el lenguaje) de la racionalidad económica.

Prisioneros del estricto economicismo corto de vista de la visión del mundo del FMI, que también hace (y hará) estragos en las relaciones Norte-Sur, todos esos aprendices en materia de economía omiten, evidentemente, tener en cuenta los costes reales, a corto y, sobre todo, a largo plazo, de la miseria material y moral que es la única consecuencia segura de la Real-politik económicamente legítima: delincuencia, criminalidad, alcoholismo, accidentes de tráfico, etcétera. También en este caso la mano derecha, obsesionada por el problema de los equilibrios financieros, ignora lo que hace la mano izquierda, enfrentada a las consecuencias sociales, a menudo muy costosas, de las «economías presupuestarias».

 P.: ¿Es que ya no son creíbles los valores en que se fundaban los actos y las contribuciones del Estado?
 P. B.: Los primeros en escarnecerlos son muchas veces quienes deberían ser sus máximos guardianes. El Congreso de Rennes 1 y la ley de amnistía' han contribuido más al descrédito de los socialistas que diez años de campaña antisocialista. Y un militante «desengañado» (en todos los sentidos de la palabra) hace más daño que diez adversarios. Así pues, diez años de poder socialista han traído como consecuencia la ruina de la fe en el Estado y la culminación del desmantelamiento del Estado providencia iniciada en los años setenta en nombre del liberalismo. Pienso especialmente en la política de la vivienda.' Tenía como objetivo manifiesto arrancar a la pequeña burguesía del hábitat colectivo (y, con ello, del «colectivismo>>) y vincularla a la propiedad privada en su chaletito individual o su piso en régimen de propiedad horizontal. En cierto sentido, esta política ha triunfado del todo. Su culminación ilustra lo que decía hace un momento sobre los costes sociales de determinadas economías. Ya que es, sin duda, la causa principal de la segregación espacial y, con ello, de los problemas de los «suburbios residenciales».

P.: Si se quiere definir un ideal, sería, por tanto, el retorno al sentido del Estado, de la cosa pública. Usted no comparte esta opinión general.
P. B.: ¿De quién es la opinión de la opinión general? De las personas que escriben en la prensa, de los intelectuales que predican «que hay que reducir el Estado a la mínima expresión» y entierran precipitadamente lo público y el interés del público por lo público ... Estamos ante un ejemplo típico de esa ilusión de consenso generalizado que, de entrada, deja fuera de discusión tesis más que discutibles. Convendría analizar el trabajo colectivo de los «nuevos intelectuales••. que ha creado un clima favorable al retraimiento del Estado y, más ampliamente, a la sumisión a los valores de la economía. Pienso en lo que se ha llamado «el retomo del individualismo>>, que tiende a destruir los fundamentos filosóficos del Estado del bienestar y, en especial, el concepto de responsabilidad colectiva (en el accidente laboral, la enfermedad o la miseria), una conquista fundamental del pensamiento social (y sociológico). El retorno al individuo es también lo que permite censurar a la «víctima>>, única responsable de su desgracia, y predicarle que se ayude a sí misma. todo ello so pretexto de la necesidad, incansablemente repetida, de disminuir las cargas empresariales.

La reacción de pánico retrospectivo que determinó la crisis del 68, revolución simbólica que zarandeó a todos los pequeños portadores de capital cultural, creó (con, a modo de esfuerzo, el hundimiento -¡inesperado!- de los regímenes de tipo soviético) las condiciones favorables para la restauración cultural al final de la cual la ideología «ciencias políticas» sustituyó a la ideología Mao. El mundo intelectual es actualmente el escenario de una lucha que tiende a producir y a imponer «nuevos intelectuales» y, por tanto, una nueva definición del intelectual y su papel político, una nueva definición de la filosofía y el filósofo, comprometido a partir de ahora en las vagas polémicas de una filosofía política carente de sutileza, de una ciencia social reducida a una politología de velada electoral y a un comentario descuidado de sondeos comerciales sin método. Platón tenía un término magnífico para designar a esas personas, el de doxósofo: este «técnico de la opinión que se cree sabio» (traduzco el triple sentido de la palabra) plantea los problemas de la política en términos idénticos a aquellos en que se los plantean los hombres de negocios, los políticos y los periodistas políticos (o sea, hablando en plata, los que pueden pagarse esos sondeos ... ). 

P.: Acaba de mencionar a Platón. ¿La actitud del sociólogo se parece a la del filósofo?
P. B.: El sociólogo, al igual que el filósofo, se enfrenta al doxósofo, al cuestionar las evidencias, sobre todo, las que se presentan en forma de preguntas, tanto propias como ajenas. Es lo que desconcierta profundamente al doxósofo, que considera un prejuicio político el hecho de rechazar la sumisión, profundamente política, que implica la aceptación inconsciente de los tópicos, en la acepción de Aristóteles: conceptos o tesis con los que se argumenta, pero sobre  que no se argumenta.

P;¿ No tiende a situar, en cierto sentido, al sociólogo en una posición de filósofo-rey, de único que sabe dónde están los auténticos problemas?
P. B.: Lo que defiendo fundamentalmente es la posibilidad y la necesidad del intelectual crítico, y crítico, en primer lugar, de la dóxa intelectual que segregan los doxósofos. No existe una auténtica democracia sin un auténtico contrapoder crítico. El intelectual forma parte de él en buena medida. Por eso considero que el trabajo de demolición del intelectual crítico, muerto o vivo -Marx, Nietzsche, Sartre, Foucault y unos cuantos más clasificados en bloque con la etiqueta de «pensamiento 68»-, 1 es tan peligroso como la demolición de la cosa pública y se inscribe en la misma empresa global de restauración.

Preferiría, evidentemente, que los intelectuales hubieran estado siempre a la altura de la inmensa responsabilidad histórica que les incumbe y en todo momento hubieran comprometido en sus actos no sólo su autoridad moral, sino también su competencia intelectual, a la manera, por citar un ejemplo, de Pierre Vidal-Naquet, que invierte su dominio del método histórico en una crítica de las utilizaciones abusivas de la historia.' Dicho eso, y citando a Karl Kraus, «entre dos males, me niego a elegir el menor». Aunque siento escasa indulgencia por los intelectuales «irresponsables», todavía me gustan menos aquellos responsables «intelectuales>>, polígrafos polimorfos, que hacen su puesta anual entre dos consejos de administración, tres cócteles de prensa y unas cuantas apariciones en la televisión.

P.: En tal caso, ¿qué papel desea para los intelectuales, especialmente en la construcción de Europa? P. B.: Deseo que los escritores, que los artistas, los filósofos y los científicos puedan hacerse escuchar directamente en todos los ámbitos de la vida pública donde son competentes. Creo que todo el mundo saldría ganando si la lógica de la vida intelectual, la de la argumentación y la refutación, se extendiera a la vida pública. Actualmente, es la lógica de la política, es decir, de la denuncia y la difamación, de la <<esloganización» y la falsificación del pensamiento del adversario, la que se extiende muy a menudo a la vida intelectual. Sería bueno que los <<Creadores» pudieran cumplir su· función de servicio público y, a veces, de salvación pública

Pasar a la escala europea sólo es alcanzar un grado de universalización superior, señalar una etapa en el camino del Estado universal que, incluso en las cosas intelectuales, está lejos de verse realizado. No se ganaría gran cosa, en efecto, si el eurocentrismo ocupara el lugar de los nacionalismos heridos de las viejas naciones imperiales. En el momento en que las grandes utopías del siglo XIX han soltado toda su perversión, es urgente crear las condiciones de un trabajo colectivo de reconstrucción de un universo de ideales realistas, capaces de movilizar las voluntades sin confundir las conciencias


París diciembre de 1991








 



domingo, 27 de abril de 2025

QUE ES EL ESTADO

 






  • ¿Qué es el Estado?
  • ¿Cuáles son sus funciones?
  • ¿Cómo está representado el Estado en tu barrio?
  • ¿Por qué es importante la soberanía del Estado?
  • ¿Cómo se manifiesta la soberanía del Estado en Colombia?



  • domingo, 23 de marzo de 2025

    EL ORIGEN DEL ESTADO "ARISTÓTELES"



    refrán
    “Cuando los que gobiernan hacen lo que deben, los gobernados no hacen lo que quieren.”








    LOGRO: analiza estrategias, explícitas o implícitas, de organización estructura y componentes de los textos. 

     






    REALIZA UN MEME SOBRE ARISTÓTELES EL ORIGEN DEL ESTADO





    1
    Menciona tres problemas de tu comunidad. ¿Cuál sería el trabajo político que podrías desarrollar para su solución?
    2
    ¿Crees que debes participar en la toma de decisiones de la comunidad. es decir, en su política?
    3
    Piensa si es posible para cualquier hombre aislarse por completo de la actividad política de su comunidad. Si, no ¿por qué?
    4
    Reflexiona sobre la siguiente afirmación: "cualquier actividad y actitud que tome el hombre encierra una posición política"
    5
    Teniendo presente la relación entre la ética y la política, establece a partir de un escrito. Como una y otra disciplina condicionan al hombre y termina su comportamiento en sociedad.




    Teoría de los gobiernos y de la soberanía:
    La constitución es la que determina en todas partes la organización del Estado en relación con las magistraturas, principalmente la soberana, el soberano es siempre el gobierno, por lo que es la constitución misma.
    Se pueden diferenciar dos tipos de constituciones, según el interés que persigan, pueden ser:
    ·         Constituciones puras: son las hechas en vistas del interés general, son puras porque practican rigurosamente la justicia
    ·         Constituciones impuras: sólo tienen en cuenta el interés personal de los gobernantes, no son más que una corrupción de las buenas constituciones, están viciadas.
    Aristóteles divide las formas de gobierno en puras e impuras, que son las deformaciones de las formas puras, según persigan el interés de uno o muchos. Así, encuentra dentro de las formas puras de gobierno:
    ·         La Monarquía: que es el gobierno de uno sólo.
    ·         La Aristocracia: que es el gobierno de una minoría conformada por hombres de bien.
    ·         La República: que es el gobierno de la mayoría
    Y dentro de las formas impuras, están:
    ·         La Tiranía: que es la que tiene como fin el interés personal del monarca.
    ·         La Oligarquía: que es la que tiene como fin el bien personal de los ricos.
    ·         La Demagogia: que tiene como fin el bien particular de los pobres.
    El fin del Estado debe ser siempre, no sólo la existencia material de todos los asociados, sino también su felicidad y su virtud, siendo ésta última la de primer cuidado dentro del Estado, para que la asociación política no se convierta en una alianza militar, ni la ley. en una mera convención. La ciudad es la asociación del bienestar y de la virtud, para el bien de las familias y las diversas clases de habitantes, para alcanzar una existencia que se baste a sí misma.
    Si dentro de la ciudad hay algún ciudadano, o muchos, que tengan tal superioridad de méritos que los demás ciudadanos no puedan competir con el suyo, siendo la influencia política de estos individuos, incomparablemente más fuerte, no pueden ser confundidos en la masa de la ciudad, porque reducirlos a iguales sería cometerles una injuria, ya que podría decirse que son dioses ente los hombres.
    La ley no se ha hecho para seres superiores, sino que ellos mismos son considerados la ley, sería ridículo intentar someterlos a la constitución. Esto es considerado causa de Ostracismo en otros estados, principalmente en los democráticos, donde se cuida la igualdad entre todos los ciudadanos, cuidando que ninguno sobrepase en poder al otro, pero lo que se debe hacer en estos casos es tomar a esto como rey mientras viva.
    En todos los casos, es preferible que la soberanía resida en la ley positiva, que en algún ciudadano, ya que el hombre se corrompe ante el atractivo del instinto y las pasiones del corazón cuando se encuentra en el poder. La ley, en cambio, "es la inteligencia sin ciegas pasiones".
    Teoría General de la ciudad perfecta:
    El gobierno perfecto es aquel que procura a todos los ciudadanos el goce de la más perfecta felicidad, dividiendo a estos goces en tres diferentes clases: los que están fuera de su persona, bienes del cuerpo y bienes del alma consistiendo así la felicidad en la reunión de todos éstos, que pueden ser adquiridos y conservados mediante la virtud. La felicidad es patrimonio de los corazones más puros y de las inteligencias más distinguidas, siendo por lo tanto el estado más perfecto, el más dichoso y más próspero. La felicidad nunca puede estar acompañada del vicio, porque tanto el Estado como el hombre no prosperan sino a condición de ser virtuosos y prudentes, transformándose en el fin esencial de la vida de ambos el alcanzar este grado de virtud y hacer todo lo que ella ordene.
    Para Aristóteles el Estado más perfecto es aquél en el cual cada ciudadano puede, gracias a las leyes, practicar lo mejor posible la virtud y asegurar su felicidad, adoptando el camino que le parezca mejor, así, algunos se dedicarán a la política y otros a la filosofía. La felicidad sólo se encuentra en la actividad, pues sólo en ella se realiza la virtud, por lo cual es un error preferir la inacción al trabajo, siendo por lo tanto la actividad el asunto capital de la vida.
    En ese Estado perfecto debe haber equilibrio entre la cantidad de ciudadanos y la extensión del suelo (causa material del estado). No debe haber demasiados habitantes ya que no es posible el orden en la multitud, su cantidad debe ser reducida de modo que sea posible que se conozcan entre sí, para que de esta manera las elecciones y sentencias jurídicas no sean necesariamente malas pero a la vez debe alcanzarse un mínimo necesario para la subsistencia.
    En cuanto al territorio sobre el cual se asienta el Estado, debe ser fértil y ni demasiado pequeño - que impediría satisfacer las necesidades de sus habitantes - ni demasiado grande - que lo tornaría ingobernable.
    La justa proporción consiste en tener el mayor número posible de ciudadanos capaces de satisfacer las necesidades de su existencia, pero no tan numerosos que dificulten su inspección o vigilancia.
    Los elementos indispensables para la existencia de la ciudad son: la subsistencia, las artes, las armas, cierta abundancia de riquezas, culto divino y decisión sobre los asuntos de interés general y procesos individuales; para todos y cada uno de estos elementos debe haber en el Estado ciudadanos dedicados a procurarnos, ya que la falta de cualquiera de ellos resultaría en la imposibilidad del autoabastecimiento de esa sociedad.
    Se pueden suponer diversas combinaciones según la importancia relativa que se atribuya a las funciones anteriores, siendo ésto lo que constituye la característica propia de cada forma de gobierno; así, en la democracia todos los derechos son comunes, al contrario de lo que ocurre en la oligarquía.
    Siendo los ciudadanos los únicos que componen el cuerpo político, se abstendrán de realizar trabajos contrarios a la virtud o relacionados a la agricultura, puesto que para ocuparse de la cosa pública se necesita tiempo ocioso.
    Los ciudadanos están divididos en dos clases: los guerreros y lo que deliberan sobre los negocios del Estado y juzgan los procesos, confiriendo las funciones según las distintas etapas de la vida, habida cuenta que una necesita del vigor de la juventud y las otras prudencia, la que es propia de las etapas maduras de la vida. Los artesanos, como otras clases extrañas a las nobles ocupaciones de la virtud, no gozan de derechos políticos.
    Un Estado es virtuoso sólo cuando todos los ciudadanos que lo componen lo son. Tres son las cosas que pueden hacer al hombre bueno y virtuoso: la naturaleza, en cuanto nos concede virtudes espirituales y corporales, el hábito, que pervierte o mejora las cualidades naturales y la razón a cuyo imperio el hombre está sometido.
    De los deberes del Legislador:
    En el momento de redactar la Constitución para cada lugar es preciso tener en cuenta, tanto la que es ideal para ese lugar, como así también la que es posible que se adapte según las condiciones que el mismo presenta; ésto constituye una ciencia que para muchos quizás será imposible de alcanzar, pero no para el verdadero legislador y el político, que no ignoran en absoluto ninguna de las circunstancias. También debe de considerar cuál es la que durará durante la mayor cantidad de tiempo posible, cuál es régimen que derivará del supuesto dado, luego de haber examinado detalladamente la constitución y sobre todo, tendrá que considerar cual es la mejor constitución que se ajusta a todas las diferentes ciudades. En resumen, "no habrá de considerar sólo la mejor constitución, sino sólo la que es posible, la más fácil y la que comúnmente pueda implantársele a todas las ciudades". (pág. 67)
    Otra opción, no por eso menos importante, sería reformar las constituciones que ya tienen las respectivas ciudades, de manera que los habitantes las puedan acatar y compartir fácilmente, restableciendo un orden político. Pero todo será imposible para el que piense que sólo hay una forma constitucional, es decir, para aquel que crea que sólo una forma de democracia y una de oligarquía son posibles, ignorando de cuantos modos pueden combinarse.
    Esto también ocurre con las leyes, teniéndose en cuenta cuáles son las mejores que pueden adaptarse al sistema constitucional, porque éstas se establecen en vista de las constituciones y no de manera inversa, porque es imposible que todas las leyes se adapten a todas las democracias y a todas las oligarquías, si es que realmente hay diversidad de ellas.
    Sobre las formas de gobierno y sus desviaciones:
    En todo régimen, la primera desviación de la forma original de organización será la peor. Por ejemplo: en la monarquía, la desviación que más se aleja al gobierno constitucional es la tiranía, en segundo lugar viene la oligarquía que es la que se aleja de la forma aristocrática y por último, como la desviación más moderada, se encuentra la democracia. Aunque todas estas formas son erradas, ya que no hay una mejor, sino una menos mala.
    La causa de que se encuentren distintas formas de gobierno es que todas las ciudades están conformadas por familias ricas, que poseen armas, pobres, que no las poseen y otras de clase media, también hay campesinos, comerciantes y obreros. Es decir que hay distinciones por las riquezas, por las propiedades y por nacimiento o virtud, que son las que constituyen los elementos de la ciudad, con lo que necesariamente habrá pluralidad de gobiernos, en referencia a los arreglos que se hagan entre las partes superiores e inferiores dentro de la comunidad, siendo oligárquicas o despóticas las más tensas, y democráticas las más relajadas y suaves, existentes sólo cuando son los hombres libres los que ejercen la soberanía, que sólo por casualidad resultan de ser la mayoría.
    Las ciudades no están compuestas de una, sino de muchas partes: los labradores, los obreros, los comerciantes, los jornaleros y la clase militar, cuya existencia es no menos indispensable, pero debe haber aún alguien que administre el derecho, que desempeñe la justicia judicial y una clase deliberativa (que corresponde a la prudencia política), pero no es al caso que estas funciones se encuentren en la misma persona o en personas separadas. Se encuentran otras clases como la de los funcionarios públicos, quienes administran las magistraturas en la ciudad, ya sea de manera continua o por turnos, la clase que delibera y la que juzga sobre los derechos de los litigantes, que deben ser desempeñadas por hombres dotados de virtud en manera política.


    realiza una reflexión sobre la lectura

    domingo, 2 de marzo de 2025

    LA POLÍTICA SU FINALIDAD Y OBJETIVO







    LOGRÓ: recupera información implícita de la organización,la estructura y de los componentes de los textos.







    1
    Según el texto que es gobernar?
    2
    Que semejanza encuentra entre político y estado?
    3
    Que otro título le pondrías a esta lectura?
    4
    Como podrías resumir que es la política?
    5
    Qué opina de la funciones de la política?
    6
    Crees que los  políticos cumplen con las propuestas de campaña?


    LECTURA COMPLEMENTARIA

    Administración pública

    La administración pública comprende el conjunto de órganos del sector público conformados para realizar la tarea de administrar y gestionar organismos, instituciones y entes del Estado.

    La administración pública viene a cumplir una función fundamental, tal función viene a ser la de establecer y fomentar una relación estrecha entre el poder político o gobierno y el pueblo. Los componentes principales de la administración pública son instituciones públicas y funcionarios.
    El estudio formal de las ciencias políticas suele ir de la mano del de la administración pública, por una sencilla razón: los diferentes modelos de gobierno o de gestión política que el hombre ha ideado a lo largo de la historia se han hecho sentir más que nada en el modo de disponer de los bienes y servicios públicos, dado que un gobierno, desde cierto punto de vista, no es más que una manera específica de emplear al Estado: sus leyes, sus instituciones y sus cometidos en lo social, cívico y económico.
    Características de la administración pública
    La administración publica posee una serie de elementos que la identifican como tal.
    • En primer lugar, en ella está la existencia del recurso humano que viene a ser el medio que enlaza el gobierno con la ciudadanía. Ellos pueden ser llamados funcionarios o personal administrativos.
    • Así también, está presente el manejo de tributos. Sean estos impuestos, aranceles, tasas etc., provenientes de otros sectores de la economía y del pueblo.
    • Puede distinguirse dos elementos identificativos adicionales. Esto son el fin y objetivo. Los cuales están llamados a consumarse en la satisfacción del interés colectivo.
    Adicionalmente, podríamos destacar que con el avance tecnológico, la administración pública está cada vez más informatizada. Esto da lugar a una administración pública electrónica. Un ejemplo de esta evolución se encuentra en España en materia tributaria. Antaño la declaración se realizaba como aquel que dice a papel y lápiz. Es decir, se realizaba a mano. Sin embargo, con el avance tecnológico paso a presentarse de manera obligatoria por medios informáticos o telemáticos.
    Ejemplos de administración pública
    Algunos ejemplos de administración pública pueden ser:
    • Las medidas de recorte y achicamiento del Estado llevados a cabo por los gobiernos neoliberales, en especial durante la década del 90 en América Latina: despidos de trabajadores públicos, fusión de ministerios, etc.
    • El agrandamiento del Estado que llevaban a cabo los gobiernos socialistas, a medida que expropian empresas privadas y propiedades que pasan a ser patrimonio del estado, bajo un modelo de gestión de la administración pública.




    martes, 25 de febrero de 2025

    La democracia Rousseau

     








    La democracia, según el filosofo Jean-Jacques Rousseau, es definida como un gobierno directo del pueblo. Que se basaba en defender un sistema en que todos los ciudadanos, libres e iguales, pudieran llegar a manifestar su voluntad para lograr obtener un acuerdo común, un contrato social. Lo que el estableció como contrato social diría que «toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley» y que «la soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser enajenada». Como la voluntad general no puede ser representada defendía un sistema de democracia directa que inspira, hasta cierto punto, la constitución federal suiza de 1848.

    Rousseau concebía la democracia como un gobierno directo del pueblo. El sistema que defendía se basaba en que todos los ciudadanos, libres e iguales, pudieran concurrir a manifestar su voluntad para llegar a un acuerdo común, a un contrato social. En El contrato social diría que: "toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley" y que: "la soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser enajenada".

     

     

    Los grandes conceptos del contrato social.

     

    La teoría política democrática de Rousseau, parte de tres grandes conceptos: contrato social, soberanía popular y voluntad general, que pasamos a analizar en ese orden.   El aporte de Rousseau como se verá fue revolucionar el contenido de esos conceptos, sistematizarlos en forma que correspondiera en general con la ideología de un régimen político democrático radical.  

     

    a. Pacto social.

     

     Para Rousseau, el orden social es un derecho fundado en un pacto; conforme a este el individuo pierde su libertad natural (ilimitada) a cambio de la libertad civil (derecho de propiedad sobre lo que tiene).  La libertad moral así ganada hace dueño al hombre de si mismo y le lleva obedecer la ley, pues si la libertad es derecho inalienable, la Autoridad exige la obediencia a la Sociedad.   A su vez, el pacto sustituye la igualdad natural por la igualdad moral en derechos (independientemente de la fuerza o intelecto individual).    

     

    El pacto no enajena los derechos individuales a favor de otro sino de la Comunidad, con lo cual se pasa del gobierno de la voluntad al gobierno de la razón y el derecho.  Alguno considera esto un espejismo, pues el darse cada uno a todos es no darse a nadie.  Pero, según Rousseau, el problema central es hallar una asociación libertaria no alienante donde cada uno se entregue a los demás y simultáneamente los reciba, sin menoscabo de su personalidad.  La respuesta es un pacto que tiene como único resultado un cuerpo moral colectivo, soberano.

     

    Los derechos y libertades no existen sino en la medida en que los hombres son miembros de un grupo.  La libertad, igualdad y propiedad son en realidad derechos de los ciudadanos, de hecho los hombres llegan a ser iguales por convención y por derecho. El hombre es libre o no es hombre, por ende, si se agrupa políticamente no es para perder la libertad, sino para preservarla.  En cuanto miembro de un grupo los hombres gana individualmente más que aislado, fuera de la sociedad no hay escala de valores que permita juzgar el bienestar.

     

    La comunidad política nace mediante un contrato social que todos los hombres suscriben, con renuncia total de sus derechos naturales y sometimiento al nuevo ser moral que nace, en garantía de la igualdad. La libertad se conseguirá con la asamblea de todos los ciudadanos, órgano donde reside la soberanía popular, encargada de dictar la ley, expresión de la voluntad general. Iguales por la renuncia de todos, libres porque no estarán sometidos a una voluntad ajena, solidarios porque lo que quiero para mí lo he de querer para los demás.

     

    Ahora bien, Rousseau no trata de situar el contrato social en un momento histórico, incluso llega a afirmar que puede no haberse otorgado nunca, tan sólo es un principio de justificación ideal del Estado.   Sin embargo, su justificación ha de ser supuesta para salvaguardar los derechos fundamentales de los hombres, frente a la ruta equivocada del desarrollo social que ha degenerado al hombre.  A su vez, el gobierno no puede ser objeto del contrato ya que este es solo órgano del pueblo desprovisto de poder independiente.

     

      b. La soberanía

     

    Es válido unirnos todos en una asociación en que el poder colectivo defienda la persona y bienes de cada uno. A su vez,  cada uno –ciudadano- se entrega a esa comunidad y depende de esta entendida como cuerpo.   Este colectivo es el sujeto de la soberanía y único legislador. El pueblo soberano se rige de modo inmediato a sí mismo por la simple expresión de  su voluntad,  la ley, por la cual crea el gobierno y nombra a sus miembros.  Pero estos no celebran un contrato con el pueblo dado el carácter inalienable e indivisible de la soberanía.

     

    Esto último impide a su vez encargar la función legislativa a representantes.  El cuerpo social resultante del pacto une la voluntad de todos en una voluntad colectiva hacia el fin común (no el particular), en el ejercicio de esta voluntad general radica la soberanía.  Pueblo y Estado se identifican, siendo el primero el que conforma, controla o cambia las instituciones políticas del segundo.  La soberanía, no está sujeta a restricción, es infalible y absoluta, pues es a la ley (esta establece los derechos y deberes) a la que deben obedecer los hombres.  

     

     c. Voluntad general.

     

    Si el cuerpo social es el depositario de la soberanía, el aglutinante de ese ser colectivo es la voluntad general.  Esta es la expresión ideal del deseo popular de liberación que implica una previa igualación social.  No sólo se debe ser libre para ser igual, sino que antes se debe ser igual para poder ser libre.   No es la suma automática de voluntades del conjunto ciudadano, pues representa un bien colectivo que no es lo mismo que los intereses privados de sus miembros.   Es un estado de gracia política. 

     

    Hay que hacer ciudadanos a los seres humanos antes que hombres y para esto los gobiernos tienen que dar libertad bajo la ley.  Han de proveer al bienestar material eliminando desigualdades en la distribución de la riqueza y crear un sistema de educación pública en que la individualidad se considere en relación con el cuerpo del estado. La tarea del gobierno ha de ser el mantenimiento del progreso, delimitando las posesiones con impuestos, prohibiendo su acumulación y educando a los ciudadanos.  

     

    La voluntad general es propia de una comunidad en que la mayoría de los hombres se guían por la virtud.  La ley es un acto de la voluntad general que ha de tender al bien ciudadano o interés general (regulando materia general no particular) y que proviene de una asamblea de ciudadanos (origen general).  Las leyes nacen en esta asamblea, producto de la voluntad general, según la cual mi beneficio pasa por el logro del beneficio de los demás.  Frente al bienestar general no existen derechos individuales.

     

     Por supuesto, reconoce Rousseau, dicho bienestar exige alguna libertad de elección y acción individuales, límite de la voluntad general.  No existe una división de poderes, mas para auxiliar a la Asamblea de Ciudadanos en el cumplimiento de la ley surge el Gobierno (magistrados, reyes, etc.).   Este último es el Órgano ejecutivo del Estado y sus miembros son administradores que el pueblo elige o derriba.  El Estado es la sociedad políticamente organizada no representable que se expresa por las leyes.

     

     Modelo de Democracia.

     

     a. Forma de gobierno

     

    Existen diversas formas de gobierno según sean las condiciones materiales, económicas, sociales y pueblos.  Una de estas puede ser la democracia, siendo mejor la que mantenga un número cada vez mayor de población en la prosperidad.  La democracia para Rousseau designa la forma de gobierno en la que el pueblo como corporación vota las leyes y el gobierno en sentido estricto, el poder ejecutivo, las ejecuta sin pretender usurpar la soberanía de aquél.    

     

    Distingue así radicalmente entre soberano y gobierno, siendo imposible que este último sea democrático, es decir, la ejecución de las leyes de carácter masivo, por todos o la mayoría ciudadana.  El gobierno democrático nunca ha existido, esa es una fórmula solo para ángeles no para hombres. Pues supone la pequeñez extrema del Estado, gran simplicidad de las costumbres, mucha vigilancia y valor ciudadano, siendo antinatural que el mayor número gobierne y el pueblo aparte su atención de los asuntos generales.

     

    La voluntad general como concepto jurídico y moral adquiere mayor sentido con el de democracia, como el gobierno del pueblo sobre el pueblo, dado el doble carácter de los ciudadanos, al adoptar las leyes que han de obedecer. Esta identidad democrática entre gobernantes y gobernados garantiza se hará buen uso del poder soberano.  Pero, cuando hay una gran distancia entre los intereses particulares de los gobernantes y los del pueblo, sin poder del pueblo sobre el pueblo sino de un pequeño grupo sobre la mayoría, no se dará la democracia.

     

     

     b. Participación

     

     La base de sistema democrático se encuentra en la participación de toda la ciudadanía en la legislación.   La democracia ejercida directamente por asambleas populares es el medio de evitar la usurpación del poder.  El pueblo ejerce la soberanía y no la delega en sus representantes o administradores, en el gobierno del cual permanece separado.    La ley en sentido material y formal proviene de la voluntad general, la cual no admite representación.    El poder aparece así dividido entre la sociedad que legisla y el gobierno ejecutivo.   

     

    Para Rousseau la tarea legislativa consiste esencialmente en elaborar una constitución justa y sabia que inaugura e informa el nuevo régimen estatal.   En el legislativo propone una democracia personal y participativa como exigencia necesaria del pacto y condición para preservar la libertad personal y colectiva.     La democracia directa y personal es un derecho y un deber irrenunciable (más sin instrucciones precisas), síntoma seguro de salud pública. Toda ley que el pueblo no ha ratificado directamente es nula.

     

    Montesquieu dividió el poder en legislativo, ejecutivo y judicial.   La falla del sistema se encuentra en la correcta, leal y real representación del pueblo, pues en su ausencia la ley legitima el dominio de un pequeño grupo sobre las mayorías.  Los pocos ricos y educados podrían así defender sus privilegios con los votos de los muchos, pobres e ignorantes, a contrapelo de una convivencia libre y democrática. La democracia no es abstracción, lo es cuanto más cerca está de la voluntad popular y cuanto más participe el pueblo en las decisiones políticas.

     

    b. Representación

     

    La representación es pérdida de la pureza democrática y síntoma de la subordinación del interés público a los intereses privados, de un régimen político deficiente o amenazado gravemente por la corrupción política.   La solución a esta se encuentra en una democracia de soberanía popular indelegable ejercida por todos los ciudadanos.  Por eso Rousseau no diseñó un mecanismo político compatibilizador de los intereses privados con los públicos, problema más agudo de la burguesía contemporánea que entonces ha recurrido a la representación.

     

    En una democracia es inconcebible la representación –vigente en el régimen feudal y absolutista- en cuanto secuestro de la soberanía popular de las manos ciudadanas.  Lo que no es el pueblo apenas merece ser tomado en cuenta, pues si el hombre es el mismo en todos los rangos de la escala social, mayor respeto merece los rangos más numerosos.  Democracia es modo de vida y forma de gobierno que aspira un pueblo gobierne. Esta forma republicana de gobierno es la única legítima.   

     

    Pero, no en todos partes y tiempo puede implantarse un orden político legítimo. Se requiere un limitado territorio estatal y la juventud del pueblo no descompuesto por las contradicciones sociales y el egoísmo individual.   Esto último porque en la madurez los pueblos ya tienen unos hábitos y prejuicios incorregibles.   Lo primero siempre que no sean demasiado pequeños como para depender económicamente o en su defensa de otros; ni tan grandes que las diferentes condiciones de sus ciudadanos impida una legislación uniforme.

     

    Por eso, no conviene vivir en comunidades tan grandes como las nuestras, propicias para la deshumanización.  Ante la impracticabilidad en los grandes estados Rousseau propuso una representación: sin reelección y cambio frecuente; con el deber de seguir instrucciones y dar cuenta de la actuación.  Es decir, un sistema de delegados con instrucciones y voto imperativo a la asamblea nacional.  Pero, tras la revolución se impuso la soberanía nacional, donde los representantes lo son de la nación (independencia de criterio) y control en una nueva elección

     

    CUESTIONARIO

    1

    ¿Qué sistema político contemporáneo se asemeja al contrato social?

    2

    piensa y  describa la importancia de la democracia

    3

    Explica cual es el objetivo o finalidad del contrato social

    4

    Qué modelo de  democracia de gusta argumente ¿por qué?

    5

    Qué conclusiones tienes sobre el contrato social.